diciembre 4, 2024
mirar a otro lado

Como riojana y como chileciteña, no puedo quedarme callada frente a lo que está pasando en nuestra provincia. Tengo miedo de hablar de este tema, sabiendo que vivimos en una ciudad donde todos nos conocemos. Y aunque el miedo a veces nos paraliza, no pierdo la esperanza de volver a ver a ese Chilecito que fuimos alguna vez, un lugar donde los jóvenes tenían futuro y nuestras calles no eran el escenario de este flagelo. El narcotráfico, que ya lleva años creciendo, ha llegado a un punto crítico. Las declaraciones de la fiscal federal, Virginia Carmona, sobre el tráfico de drogas en lugares como Chilecito, Vichigasta y Nonogasta, nos abren los ojos a una realidad que no podemos ignorar: nuestra provincia se está convirtiendo en un corredor clave para estas redes delictivas.

Me alegra saber que se están haciendo operativos y que se está desarticulando a estas bandas, pero ¿es suficiente? Hablan de un Anillo de seguridad digital, con cámaras avanzadas y monitoreo de patentes, y claro, suena bien. Pero, como ciudadana, creo que no alcanza con tecnología si no atacamos el problema de raíz. Las decisiones políticas son fundamentales en este proceso, especialmente cuando se trata del presupuesto destinado a combatir el narcotráfico y sus consecuencias. Es necesario que se priorice una asignación de recursos adecuada, tanto para la implementación de medidas de seguridad como para programas de prevención social.

En Chilecito, el Concejo Deliberante podría ser un gran motor de cambio. ¿Por qué no profundizar e impulsar campañas educativas en escuelas y barrios, donde se concientice sobre los riesgos de las drogas? Proyectos que reflejen más oportunidades para nuestros jóvenes, por ejemplo, con la creación de un Programa Municipal de Primer Empleo Juvenil, que facilite la inserción laboral mediante pasantías y talleres de habilidades técnicas y blandas; cursos gratuitos; la organización de un Festival Anual «Jóvenes Creadores», que permita a los jóvenes exhibir sus proyectos artísticos y tecnológicos, promoviendo la integración y el talento local. Pero todo esto solo será posible si se toman decisiones políticas acertadas y se destinan los recursos necesarios para hacer realidad estos proyectos.

Aunque también, no es solo cuestión del gobierno. Las universidades, las iglesias, las ONGs y hasta los clubes deportivos pueden hacer mucho. Podrían ofrecer actividades que no solo entretengan, sino que también eduquen y contengan a nuestros chicos, para que no se sientan tentados por la falta de alternativas.

Las redes delictivas suelen prosperar en lugares donde hay desconfianza y desintegración social. Como ciudadanos, podemos fomentar un sentido de comunidad más fuerte, en el que los vecinos se cuiden mutuamente y estén atentos a cualquier actividad sospechosa. La colaboración, para prevenir delitos y ofrecer un entorno seguro para todos.

Hay que fomentar el diálogo dentro de nuestra comunidad. Crear espacios de discusión, como reuniones vecinales, nos permitirá abordar los problemas locales, incluido el narcotráfico, y encontrar soluciones colectivas. Apoyar a las organizaciones que brindan asistencia a estas personas también es otro camino para contribuir positivamente a la comunidad.

La Rioja no puede resignarse a ser una ruta para el narcotráfico. Este es un problema de todos, no solo de las autoridades. Si no actuamos, si no exigimos cambios, somos cómplices de la inacción. No podemos permitirnos mirar para otro lado. La inacción, definitivamente, no es una opción.

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