
“DÍA DE LA MADRE” LA MIRADA JUZGADORA DE LOS OTROS Y LA MIA PROPIA
Soy comunicadora y mi gran pasión es la militancia política, que es lo que me motiva a participar en cualquier evento. Pero tengo un rol mucho más gratificante y complejo a la vez, ser madre, y quizás lo que más temor me da por la exposición. Siento que esto que me sucede le debe pasar a millones de mujeres en toda la Argentina.
A pesar de la calle que recorrí, de la evolución y el aprendizaje que fui teniendo con mis hijos y la aceptación de ideas de las nuevas generaciones, hay dilemas que me acompañan como si se hubiesen en un punto encariñado conmigo.
Quizás nunca supe como ser una mujer
convencional con un esposo, hijos, perro y casa con jardín, sino que me
imaginaba arriba de un escenario actuando en alguna famosa obra de teatro,
detrás de una computadora escribiendo artículos o con un micrófono, o militando
en algunos barrios escondidos por allá en una gran ciudad donde yo vivía.
A pesar de esto, quiero aclarar que mi familia
es la típica composición de una madre, padre (separados) y varios hermanos, en
la cuál para este tipo de fechas nos unimos todos para celebrarlo, a excepción
de este año por motivos que todos saben.
A los 18 recién cumplidos me fui a la gran
ciudad de Buenos Aires, años de pura bohemia hasta que regresé a Chilecito por
cosas que uno no sabe aprovechar cuando tiene su momento.
Al llegar me acobijó una vida tranquila, llena
de amor y de contención. Empecé la Universidad, y conocí a mi ex compañero de
vida, el cuál formé una familia y conseguí el titulo más gratificante de mi
vida, SER MAMÁ.
Pero luego comenzó a ganarme las ganas de
salir, de trabajar, de buscar ese lugar que siempre había soñado. Comencé a estudiar,
y a pesar que nunca pude trabajar de mi profesión nunca dejé de intentarlo. Hoy
estando más consolidada conmigo misma, con mi profesión y mi libertad económica,
muchas veces siento si no perdí otras cosas.
Ser mamá y querer ser una mujer libre de
compromisos, hacer lo que quieras y permitirte tener miles de errores y que
todo te importe un bledo, es una montaña rusa mezclada de violentas emociones, estrés,
dolor, alegría, amor, frustración, tristeza, esperanza y agotamiento.
Quizás a los hombres pocas veces les cuestionen
si es o no un buen padre, pero a las mujeres nos cuestionan todo el tiempo. Y
si no lo hacen directamente, te juzgan elípticamente, con miradas y
comentarios.
En pleno siglo XXI la mujer que no tiene una
pareja, que es libre, que hace un montón de cosas que quizás la expongan, es
una mujer rara, menos femenina, sin instinto maternal, egoísta y hasta mala
mujer.
Pero, pensar en las madres es mucho más que pensar en
la persona que nos ha dado la vida. Se trata de recordar todo lo vivido, lo
compartido y lo trasmitido.
Muchas cosas han cambiado en torno al espacio
que ocupan las madres en la sociedad. Sin embargo, el mito que cae sobre la
idea de maternidad se ha mantenido intacto y medieval. Nosotras, las madres,
tenemos desde el momento en que parimos una capacidad de abnegación y
sacrificio individual nunca vistas. A lo mejor por eso los anuncios que invitan
a la compra el Día de la Madre dicen cosas como: ella nunca se queja, ella no
come de noche para que le alcance a su hijo, ella es una mártir… Ella es madre.
En fin, lo que tengo muy claro en este mar de
incógnitas, es que debemos aprender a respetar las decisiones de los otros y de
una vez por todas entender que las mujeres por el hecho de ser madres, no
tenemos que ser perfectas, pulcras o señoritas. Tenemos el derecho a vivir
nuestra vida sin la inquisidora mirada de los otros, ni la propia.
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