RESPONSABILIDAD SOCIAL, ESA GRAN DESCONOCIDA.
En muchas ocasiones, a veces más de las que quisiéramos, nos ubicamos desde un lugar que no nos permite contemplar la situación del otro y sentimos que somos inmunes a todo. Creyendo que nosotros o nuestro círculo cercano no les tocara vivir una situación que al parecer está destinada al otro pero nuca, jamás a nosotros.
En el transcurso de mi vida personal, laboral y profesional una de las cosas que logre comprender fue que absolutamente nadie esta exento de vivir una situación que determine y modifique la vida. En mi vivencia personal pude visibilizar la condición de vulnerabilidad que todos tenemos ante lo inesperado de la vida. Esa sensación que nos invade al no poder anticipar ni manejar las situaciones que se presentaran y de las cuales yo y todos nosotros no estamos inmunes. Situaciones que también, aún cuando pensamos que podemos predecir todo, presentan una variable inesperada que no habíamos contemplado.
De todo
lo vivido y aprendido comprendí que la soberbia la intolerancia y la
improvisación no son buenas consejeras,
que mis acciones, como en una especie de efecto mariposa, afecta directamente o
indirectamente a otros.
Todo lo planteado esta en relación con el la
concepción de las responsabilidades sociales, la misma lleva implícito el compromiso u
obligación de los miembros de una sociedad ya sea como individuos o como
miembros de algún grupo, tanto entre sí como para la sociedad en su conjunto. Es
decir que la responsabilidad
social resulta de la conciencia ética y es ahí donde nos sentimos inimputables, conciencia conformada a
partir de la construcción social en la cual estamos insertos.
Poco o nada podemos aportar a la responsabilidad social si no hemos trabajado
en la construcción de la misma, si no aplicamos con el ejemplo diario a generar
pensamientos colectivos donde tomo conciencia plena de que mi accionar afecta
directamente o indirectamente al otro y
lo beneficia o perjudica indefectiblemente.
Los espacios de construcción ciudadana se forman desde el constructo social
y requiere a mí entender, del uso de la empatía. El conocer y usar esta habilidad enriquecerá mi formación
personal, ya que no son innatas e el ser humanos. De lo contrario, difícilmente
podremos empatizar con las necesidades del otro.
Lo
que nos tocó vivir en estos últimos días, con respecto a la salud y la manera
que pudimos ejercer nuestra convivencia ciudadana, dejan al descubierto
nuestras carencias más profundas como seres humanos. Esa condición que nos
diferencia del resto de la creación.
Serrat decía en su
álbum Sombras de la China, “Corren buenos tiempos para equilibristas…tiempos fabulosos,
para sacar tajada, de desastres consentidos
y catástrofes provocadas”.
A
modo de cierre, que interesante resultaría que nos planteemos que nuestros
niños, niñas
y jóvenes nos están observando y piden
anhelantes ejemplos y modelos sociales que les aporten herramientas para la
construcción de una sociedad más justa y solidaria.
LIC. DANIELA AGNER
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