EL DELITO DE TODOS LOS DÍAS
El robo de motos es otro de los delitos que crece en Chilecito. Se ha naturalizado tanto este hecho que se ha convertido en unos de los más comunes en nuestra ciudad.
La tranquilidad en Chilecito en la siesta del sábado, se volvió terrible. El hallazgo de una moto enterrada pasando el predio de la Ciudad Deportiva ruta de la Localidad de Anguinan, descubierta por unos albañiles, puso en alerta a toda la población.
El
alerta estaba dado porque todo suponía ser que se podría tratar de la moto del
desaparecido (hace 8 meses) Fabián D´ Benedetto, y en razón de ello de lo que
podía significar el hallazgo de una moto enterrada, sumado al fuerte olor que
se percibía en las proximidades del lugar.
Pero
el resultado de la investigación determinó que no era de la persona desaparecida,
pero arrojó otro dato curioso e interrogantes en la sociedad, la naturalización
sobre un hecho más de robo de moto.
Hoy
en la tranquila Ciudad de La Perla del Oeste Riojano, crece la delincuencia,
pero sobre todo crece el robo de motos, delito que viene en cadena con otros
hechos de transgresión y pone en peligro la seguridad ciudadana. La población
se ve, con o sin razón, mancillada por las leyes, por la justicia y, finalmente,
por el entero aparato estatal y se
siente sola en su temor. Este temor es, además, difícilmente racionalizable,
pues se corresponde con el propio instinto de conservación, quizás uno de los
aspectos más animales que poseemos.
La falta
de controles a una posible circulación de drogas, a los desarmaderos y ventas
de partes de las motos, y sumado a la situación económica podrían ser
cuestiones decisivas de la influencia que ha tenido el aumento de la
delincuencia.
El hecho
de que la comisión de delitos resulte lucrativa se da, porque las posibilidades de
ser condenado y controlado es remoto.
Esa falta de interés y asombro cuando la gente expresa abiertamente “Acá todos
nos conocemos, todos saben quiénes son, pero nadie quiere ver”, refleja la
angustia que flota en todos los ambientes como resultado del aumento de la
criminalidad y de actos que afectan la pacífica y tranquila convivencia.
Es
también notable el aumento de grupo de wasap entre vecinos debido a la paranoia
creada por la sensación de pertenecer a una Ciudad donde parece ser tierra de nadie.
Algo
se debe hacer. Nunca se acabará con el delito, pero se deben mejorar todas las
herramientas que, respetando los derechos fundamentales, nos permitan luchar
eficazmente contra él y posibilitar la adecuada convivencia.
Pero
acabar con los delincuentes no es acabar con la delincuencia. El delincuente no
nace, se hace. Y, ¿quién hace al delincuente?
Con
medidas aisladas (como la incorporación de cámaras de seguridad), no es
suficiente. Es necesario un plan de Políticas Públicas que abarque a todas las
Instituciones y a toda la Provincia, para determinar de qué manera cada
Institución puede ingerir en este flagelo y darle solución desde lo global.
Tampoco
es suficiente con creer que hoy las instituciones están plenamente transparentes
a la hora de erradicar los delitos. Es evidente, que hay un manto de sospecha
en algunos movimientos, y esto es porque se presume un cierto grado de corrupción
en las instituciones.
Y lo cierto es que la corrupción hace mucho daño: crea desconfianza, incentiva nuevas conductas abusivas, desanima el esfuerzo y rompe el principio de legalidad.
Por
ello también para evitar el crecimiento de este tipo de delito, que traerá aparejado
otros concatenados, será necesario luchar con energía contra la corrupción en
las instituciones más representativas de esta Ciudad. Pero... ¿cómo?
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